¡Qué tiempo aquellos en los que me pasaba el verano en el agua! Cuando la gente dice que les gusta ir a la playa, yo puntualizo: a mí lo que me gusta es el mar, bañarme en el mar, sin prisa, el tiempo que sea necesario. Lo de tomar el sol no me va tanto: me aburro. Pero para mí la playa es bañarme en el mar. O era bañarme en el mar…
Desde que llegó nuestra hija, todo ha cambiado, también las vacaciones de verano, también la playa. Estuvimos una semana en Almería y en cinco o seis días de playa solo pude estar en el agua unos 15 minutos. La niña tenía año y poco y necesitaba atención constante. Además, para ella la playa era algo nuevo y lo ‘flipaba’.
Uno de los días nos sorprendió una tormenta repentina y recordamos que no habíamos llevado jerseis para niños en la mochila. Y eso que llevábamos de todo. Yo siempre he sido de cargar lo mínimo posible allá a donde vaya. Me gusta ir ligero de equipaje, sea a la nieve o a la playa. Recuerdo que, alguna vez, cogía la toalla y se acabó. Sin más.
Cuando este último verano aparecía por la arena me recordó a mi propio padre: la nevera en una mano, las toallas en la otra, la sombrilla colgada al hombro y en la boca las llaves del coche. Me ha servido para recordar que, en realidad, a mí la playa no me gusta, lo que me gusta es bañarme en el mar. Y punto.
Pero a la niña sí le gusta, como a casi todos los niños pequeños. Así que ya estoy preparando el destino para el próximo verano. Esta vez no nos pillará el toro, haremos una maleta como Dios manda, incluyendo jerseis para niños y no se nos olvidará nada. Y yo iré con otra mentalidad. Sé que mis baños eternos tendrán que esperar unos años para volver. Ahora toca revolcarme en la arena, hacer castillos y perseguir a la niña para que se coma el yogur.