La manteca de cacao, el azúcar granulada y la leche en polvo son los ingredientes base del chocolate blanco, un alimento de invención moderna que ha sabido ganarse su sito en la gastronomía española. Beneficios como su aporte calórico o la riqueza en calcio demuestran que es más que un simple snack. También es frecuente comprar chocolate blanco para cobertura, maridajes y otras aplicaciones culinarias.
La historia del chocolate blanco comenzó a mediados del siglo XX, cuando Nestlé lanzó al mercado las chocolatinas Milkybar o Galak. Ni entonces ni ahora recibe la consideración de chocolate, en sentido estricto, al carecer de pasta de cacao. Pero este detalle no desmerece las propiedades de este alimento dulce.
En concreto, el chocolate blanco es compatible con la actividad diaria de runners, gimnastas y otros deportistas. La razón es su valor calórico o energético, comparable al chocolate blanco y superior a otros muchos alimentos. Su ingesta en el contexto de un programa de ejercicios permite recobrar las energías con mayor rapidez.
Además, este bocado posee un contenido notable de calcio, beneficioso para el sistema óseo de niños, adolescentes y adultos. Siendo una fuente de calcio, previene enfermedades relacionadas con los huesos como la osteoporosis o la osteopenia.
No todas las grasas son negativas. Un claro ejemplo son los ácidos grasos monoinsaturados del chocolate blanco, que desempeñan un rol clave en el proceso digestivo como lubricante, estimulando también la salivación y la formación del bolo alimenticio.
Nada en exceso es recomendable, y el chocolate blanco no podía ser una excepción. Las personas con sobrepeso deben moderar su consumo, pues favorece el aumento de masa corporal. Por su parte, quienes posean un nivel de glucosa en sangre superior a lo normal deben escoger barritas de chocolate blanco sin azúcar; de lo contrario, aumentarán sus probabilidades de padecer diabetes de tipo 2.