Si eres fan de los programas de reformas que dan en algunos canales, seguro que te ha llamado la atención la obsesión que tienen en los Estados Unidos por tener una cocina unida al salón para poder tener dos cosas que parecen ser de primera necesidad: espacio para los invitados y vistas desde la cocina para poder participar de la reunión.
En España, sin embargo, este tipo de espacios abiertos no son los que más triunfan porque nuestro estilo de vida es muy distinto y vemos más inconvenientes en una cocina abierta que ventajas. Para empezar, en Estados Unidos lo habitual es que las reuniones con los amigos se hagan en casa de alguno de ellos. Normalmente, se van alternando las viviendas. Pero, en España, el punto de reunión son los bares. Porque aquí, la calle tiene vida.
Los motivos de estas diferencias podemos buscarlo en muchos aspectos, como la forma de ser del americano medio y la del español. También en el estilo de vida y en los horarios. Pero, un factor determinante, es el clima y el carácter de los españoles. Nosotros tenemos un clima ideal para salir a la calle prácticamente en la mayor parte de nuestro país e incluso en los lugares más fríos los locales de hostelería se adaptan para ser acogedores. Por lo tanto, todo invita a salir a la calle y no tener a gente en casa.
Las ventajas de no tener gente en casa es que nos ahorramos trabajo, nadie tendrá que cocinar ni ejercer de anfitrión ni tendrá que limpiar luego toda la vivienda. Pero, además, nuestra forma de ser nos empuja a salir porque no solo nos relacionamos con los amigos, también tenemos una gran red de conocidos con los que nos gusta encontrarnos y charlar. Incluso hay una categoría especial, la de los amigos de bar, que son esas personas que nos encontramos cuando vamos a nuestros locales favoritos y con los que podemos compartir una copa de pazo de baion y una buena conversación cuando coincidimos en el local, aunque no hayamos quedado previamente.
Es muy habitual que un grupo de amigos que salen juntos se acabe ampliando con personas que se conocen en los locales habituales y que, de tanto ver, acaban integrándose en la pandilla. Incluso es una buena manera de conocer a una pareja, aunque sea sin buscarla.