Tengo un trabajo bastante peculiar con el que estoy contento pero que no me deja mucho tiempo: trabajo por las noches muchas horas y duermo buena parte del día. La mayoría de los fines de semana libro, pero tampoco me quedan muchas energías. Con este panorama, es difícil sacar tiempo para cocinar. Desde hace unos años me he aficionado, por obligación, a la comida precocinada.
En el edificio en el que trabajo como vigilante de seguridad nocturno han habilitado desde hace un tiempo un pequeño hornillo en la garita donde paso la mayor parte de mi horario laboral. Fue un ‘triunfo’ para nosotros porque además del microondas, ahora podemos calentar comida directamente en el fogón lo que nos permite preparar cierto tipo de alimentos. Aun así, obviamente no nos vamos a poner a cocinar un pato a la pekinesa…
Lo que suelo hacer en casa es cocinar previamente cuando puedo y llevarlo en táper al trabajo. Algo que estoy intentando últimamente, sobre todo con el frío, es llevar sopas. Uso crema para cocinar y lo combino con verdura o pasta y me salen sopas muy ricas, pero también caliento sopas de sobre de vez en cuando por falta de tiempo.
Por supuesto, existen millones de personas como yo que acusan una falta de tiempo para cocinar lo que nos obliga a acudir a los platos precocinados. Y cada vez hay más oferta de este tipo de alimentación. No es como antes: ahora te encuentras verdaderas delicias con productos naturales y con un proceso de preparación fiable, sin aditivos innecesarios. Sí, siempre será mejor hacerse un cocido en casa, o la crema para cocinar para hacer sopas que yo uso de vez en cuando, pero con la comida preparada también se puede comer bastante bien.
Más problema que la salud, en este caso, es el bolsillo: siempre será más barato preparar en casa un cocido que te dé para comer tres veces esa semana que encargarlo a un servicio de catering o similar. De hecho, me he planteado hacer cocidos, pero no estoy seguro de que sean comestibles si los hago yo…