Pues eso quisiera yo saber, por qué las dichosas persianas se estropean cada dos por tres. Me ha pasado en todas las casas que he vivido. Ya en la casa de mis padres teníamos problemas habituales con alguna persiana. De hecho, la persiana del baño nunca funcionó bien, y eso que mi padre siempre fue un manitas. Pero desde que tengo uso de razón aquella persiana nunca bajó hasta el final, siempre se quedaba atascada a unos 30 centímetros del final.
Y la del salón. Una persiana inmensa cuyos arreglos eran muy complicados. Recuerdo una vez que mi hermano la subió con bastante furia y la persiana quedó rota en diagonal. “Cuando lleguen los padres se nos cae el pelo”, pensamos.
En la casa en la que vivía antes no teníamos problemas con las persianas. ¿Por qué? Muy sencillo, no había: teníamos un estor por cada vano. Y aunque los estores también tienen lo suyo, la verdad es que nos fue bastante bien y no tuvimos queja. Pero en mi nueva casa he vuelto al maravilloso mundo de las persianas.
Por supuesto, no todo es malo cuando tienes persianas. A diferencia de los estores, no entra nada de luz si no quieres, algo para mi imprescindible a la hora de dormir. Pero algo pasa con el mecanismo de estas persianas que no funciona bien. Para empezar, en las persianas pequeñas, si las subo a tope luego no bajan, quedan atascada y hay que tirar de ellas con la mano. Luego están las persianas eléctricas que tampoco es que me hayan funcionado del todo bien. Una de ellas ha dado problemas y temimos que el motor hubiese hecho crac. Pero, de la noche a la mañana, revivió sin más.
Pero el problema grande ha venido con dos persianas laterales. Hasta hemos pensado colocar un estor en cada una de ellas, pero tendríamos que contactar con un profesional para ver qué se puede hacer. El asunto es que se han roto las cintas y el persianista que nos ha visitado nos lo ha puesto todo muy negro. Así que, de momento, estamos a oscuras.